sábado, 24 de febrero de 2007

Polús jeretismús se ólus

Hay cosas que no se entienden... por qué el papel de las Biblias es tan fino y rompible... por qué Penélope está nominada éste Domingo al Oscar... Por qué me fui a Grecia cinco días, así, pum, ida y vuelta, Carnaval por medio, y Akrópoli a la vista...

Sin duda fué un viaje relámpago, como si Zeus, aquél que veía al fondo Lykabettus, sobre el barrio de Kolonaki, rico en tiendas, moda, joyas y cafeterías hubiese lanzado uno de sus truenos sobre mi estampa.

Paseando por las calles de Atenas, comiendo algún gyros o souvlaki y tomando un vino Retsina, descubrí que mi memoria era fiel al recuerdo de haber estado por allí el verano pasado, ¡Cielo Santo, si estamos en Febrero! Pues ya bien por Plaka, que por Omonia, ¡be careful en esta parte, amigo, guarda la mano en el bolso y coge fuerte tu cartera, que allí, entre el bullicio, roban hasta a los ladrones! Como en Monastiraki, aún con la divisoria de sus calles de mercadeo típico en obras, junto a la estación de metro-tren, pues si amigos, allí hay tres líneas, una más que en Roma, compré y desgasté el fondo de mi cartera por querer guardar ya euros de otra cara sin Juan Carlos I, y atendiendo de no timarme con dragmas o cuentos que aquí son de Calleja, y allí son de Esopo. Y a donde no llega el metro, llega el Troley, con cables por la ciudad, pasando ante el Templo de Zeus y el cambio de guardia de los Evznes, los del pompón en el zapato, cerca del Museo Benaki, y ante el Parlamento y la tumba del Soldado Desconocido, en frente, una calle se abre paso peatonal sin coches, a donde las escaleras nos llevarán a Syntagma, que en otros lares llaman Plaza de la Constitución, con uno de los pocos McDonalds que hay en el Peloponeso, pues allí son más los Goody´s que los del payaso estadounidense. Y tiendas y más tiendas de uno que nació en León, y allí planta sus Zara´s, sus Bershka´s... Y en medio, una Iglesia Ortodoxa entre edificios, que te da paso a otro barrio, a otro Mundo, a la Akrópoli, para que veas allí arriba la parte de atrás del Erecteion, y guardadas a tu vista, las Cariátides, que sostienen con su cuerpo y su cesta en la cabeza, lo poco que hay en la Colina, Partenón, Propileos, Puerta Beule, el Odeón que se marcó el amigo Herodes, y unos cuantos cimientos de más y más templos, que dieron en su día un Mundo Clásico, en un País lleno de Islas, buena gente, y mucho ouzo que beber.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Niños soldado 2ª

Ellos nos encontraron a nosotros...
Habíamos caminado un día entero por el bosque, porque allí decían que tenían su campamento.
Al principio aquello parecía bonito, tranquilo, pero pronto llegaron más y más camiones con más y más soldados. No sabía muy bien lo que pasaría mañana, o al día siguiente. Sólo pensaba en disparar al centro de la diana, como en cada entrenamiento que allí tenía.
Una semana y algún día más pasaron cuando nos pintaron la cara como si fuesemos a la guerra. Qué ilusión tenía. A mi me lo habían contado, que eso hacía sentir más temible, más fuerte. Nos regalaron nuevas escopetas. Y nos montaron en más y más camiones que habían llegado. No sé cuántos seríamos... ¿cien? quizás doscientos, no sé muy bien, pero todos los niños teníamos una orden: hacer lo mismo que harían los que bajasen del camión delante de nosotros: matar. Matar y más matar, pues al bajar empezaron a oirse disparos, la gente chillaba. Estabamos asaltando el pueblo, mi vida, mi casa. La gente corría, huía hacia el bosque, entre los árboles. No sé por qué, pero empecé a disparar. Maté a propios niños que estaban al igual que yo disparando contra las casas, contra la gente. Varias mujeres y niñas corrían desnudas perseguidas por varios soldados. Disparos y más disparos. Cruel realidad. Había matado a mis padres... a los que tenía cariño... éstos, a quienes mataba ahora, apenas conocía de ver en la plaza, en el mercado... Mi profesor en el suelo, sangre por el suelo. Compañeros de clase, amigos, esparcidos entre mis pies. Un grupo de mujeres pidiendo clemencia. Disparos. Poco a poco silencio. Menos disparos. El sacerdote con una cruz en sus manos clamaba al cielo antes de caer, sucio, manchado de sangre. Disparé a mi alrededor, como para olvidar. Algo me dió en la espalda. La vista empezó a nublarse. Me toqué ahí donde tanto me picaba... Mis dedos notaron humedad, rojo, caí de rodillas. Posé la escopeta en el suelo. Poco a poco me fuí colocando tirado en el suelo que estaba más cómodo. Me faltaba el aire... El dolor se hacía más y más fuerte. Apenas veía más que mi gente, mi pueblo, en el suelo. Fuego en las casas... humo... Tumbado boca arriba sentí acercarse a varios soldados que se preguntaron "¿nos le llevamos a curar?" Y otro, que me hizo sangrar lágrimas de los ojos contestó: "¿Para qué? está herido, va a morir. Ya no vale nada. Encontraremos a más niños en el pueblo de al lado".
Así, triste, abandonado, morí. No sé por qué escuché aquel día a los soldados a la salida de mi colegio. No sé por qué maté a mis padres. No sé por qué habíamos echo eso en mi pueblo, no sé. No sé... No.

lunes, 12 de febrero de 2007

Niño soldado Iª

Me llamo Jarim.
Soy un niño que ha matado a sus padres. Un día, tras salir de la escuela, un grupo de hombres vinieron a mi grupo de amigos de camino a casa y nos llevaron a las afueras del pueblo a punta de pistola. Nos explicaron lo importante que sería acercarnos a la milicia para la seguridad de la familia y del pueblo. Y que lo de sacarnos a punta de pistola era para que viésemos lo importantes que seríamos con un arma en nuestras manos... Yo nunca había cogido una pistola, ni nada similar a eso. Había guerra en el país, pero a mi pueblo no habían llegado más que cuatro noticias... pero estaba lejos. No me importó... Fui contando esas cosas de los soldados a mi casa. Mi padre se negó a que me apuntase al ejército, y mi madre decía que era una salida para nuestra situación. Eramos pobres, pero felices. Una semana más tarde a la salida del colegio, los mismos soldados volvieron a sacarnos a las afueras y nos volvieron a decir que era lo mejor para nosotros. Ésta vez si que nos dejaron coger un arma, e incluso disparar a unos árboles... Me sentía poderoso... Volví a comentárselo a mis padres a la vuelta a casa, y los dos ahora si, se negaron en que me apuntase. Discutí con ellos, porque dos de mis amigos si que lo iban a hacer, asi que esperé la nueva visita de los soldados. Fué nada más que tres días más tarde, y a la salida del colegio, al verlos, fuimos corriendo hacia ellos. Nos trataron muy bien. Nos dieron un arma a cada uno, y nos la pudimos llevar a casa. Cuando entré, mis padres se asustaron y me echaron la bronca por llevar un arma a casa. Tanto me enfadaron y tan mundo diferente veían al que yo sentía en ese momento, que disparé el arma y maté a mi madre. Asustado apreté el gatillo de nuevo y maté a mi padre. Quise morirme en ese mismo momento, pero pensé que ahora que estaba sólo podría apuntarme a la milicia sin que nadie me lo impidiese...
He matado a mis padres...
Estuve dos dias sin salir de casa, conviviendo con los cuerpos muertos de mis padres, pensando en cómo actuar a partir de ahora. Un amigo vino a mi casa, y le dije lo que había echo. Él había echo lo mismo... Así que nos pusimos a caminar por el monte... para buscar a los soldados... pero ellos nos encontraron a nosotros... CONTINUARÁ

http://www.es.amnesty.org/camps/ns/mapa.php#

domingo, 11 de febrero de 2007

El asno de Buridán...

Bajaba yo música de un servidor con nombre curioso, e icono simpático, que en España vemos como gracioso, pero que no tiene más ser que un ser arriero, joco, y burlón de los burlados, despectivo a veces, pero de los de siempre. El libro en lengua castellana más vendido en todos los tiempos tiene un hueco y de vez en cuando da palabras para un rucio, que si bien es el portador de la maestria popular, tiene de santo lo del dueño y lo suyo, pues vió en silencio, sin tener el renombre de su amigo Rocinante el choque frontal con aquellos gigantes en los que a modo de servidor "bajadocumentos" él se ha convertido. Dicen de uno que no es muy sabio, sino necio, llámale burro la madre al que suspende, y el otro al amigo cuando no entiende algo que para el primero es sencillo... Todos pasamos por ser y pocos van quedando en nuestras praderas. Aquellas que se poblaban de éstos cargadores de materia dejan espacio a montes vacíos, que irán quedando poco a poco sólos, sin nada más que casas y chalets... y no habrá animales de éstos que tanto ayudaron, y que tanto quebradero dieron a éste discípulo del señor del libre albedrío... El del rasero, Ockham, amaestró o fué precursor de un escolástico que de aquella época de siglo XIV abundaban por Europa, y se rayó con un burro, diciendo que habiendo uno con dos cajones, uno de heno y otro de agua, y sin saber decantarse por ninguno, murió llamándole tonto a partir de entonces, pues incapaz fué el pollino de decantarse por hambre o sed... Y cuentan que fué así, como se inició la leyenda del asno de Buridán, pues así se apellidaba el discípulo, de nombre Jean, que si bien me da que curiosear, se presta agradable y curioso en el nombre de quien él sabe. Por eso, familia, se agradecen ciertas vías, de las que el ferrocarril ayudó a construir, pero eso es otro tema, otras ramas, otros árboles... genialidades de un sábado noche.

sábado, 3 de febrero de 2007

Tenía sobre mi mesita...

Tenía sobre mi mesita un casette de los que apenas varían la frecuencia. Sólo se escucha de noche, y siempre el mismo programa. Mi madre me lo cambió de lugar y ya no volví a escuchar la radio... Tenía sobre mi mesita un aparato para apoyar el móvil, pero después de caerse varias veces al suelo y no poner casi nunca ahí el móvil, lo quité... Tenía sobre mi mesita una foto de mi exnovia... tenía... Tenía sobre mi mesita un pañito de esos de los de ganchillo, que apañado parecía, qué coqueto, fuera de moda, fuera!! Tenía sobre mi mesita un lápiz de esos afilados por ambos lados, y un libro, el último que iba leyendo. El lápiz anotaba en los márgenes cosas curiosas y sentimientos y pensamientos que me producía cada libro. Subrayaba, acentuaba algún error, y corregía las erratas... Ya no había los últimos días ni lápiz, ni libro. Tenía sobre mi mesita un flexo, ya colocado de forma que al estar leyendo echado, con la almohada doblada no me diese la luz de la bombilla directamente. Hasta luego flexo. Tardo tanto en irse como el libro y el lápiz...
Un día, mi madre decidió quitar la mesita, y al traste se fueron todas esas cosas... Ya no escucho la radio, no tengo móvil, tengo una agenda portatil de esas que valen para todo, ya sabes, GPS, agenda, teléfono... Ya no tengo fotos, si quiero ver recuerdos fotografiados pongo el ordenador... El ganchillo me parece cosa de pueblo, ahora hay una especie de plancha con publicidad, cual alfombrilla, por la que se desliza un ratón... el lápiz es óptico, para qué quiero lápiz de escribir, ahora tengo teclado... y no leo más que emails y documentos de PDF... nada de aquellos libretos por los que me volvía loco en la Feria del Libro... y flexo? la pantalla del ordenador tiene luz propia... además me ilumina una pequeña luz verde por la noche y hace que mirando ese punto, me duerma, me duerma, como imnotizado...
Hemos llevado la mesita a casa de mi abuela, al pueblo. Para que ponga sobre ella algún ganchillo, y algún libro repose tiempo y tiempo hasta cubrirse de polvo, como la gente.