martes, 15 de junio de 2010

La roja

Anda Francisco loco por el fútbol, como siempre. Eso y la pesca, puf, más que cualquier cosa. Estos días corre, cruza sin mirar, apenas posa la cacha allá donde siempre la posaba. Encasqueta la boina y chupa hasta sacar lo máximo de un palillo que antes era filtro y algo antes un bisonte o un puro de los de antaño, de esos que sólo quedan en el palco del Bernabeu. Allí vio goles y finales, Copas de Europa y otras tantas de Ferias. Francisco era un señor, llevaba un don ante su nombre. Era un grande conocido de la capital.

Aunque, y esto hay que decirlo, Francisco siempre tiró a su tierra y a los tiempos mozos en Galicia, allá en la costa cuando la Voz escribía los goles de su Rácing, o a la vecina Asturias, cuando quiso casarse allí donde empezaba la cristiandad. ¡Qué religioso este viejete!.

Paco es hombre serio. Dejó a los perros ya en casa a sabiendas que la tarde olía a fútbol, y que lo que habría de ser un paseo en hora de siesta, por encontrarse menos coches, podría dar con unas tapas y unas charlas con los mozos de la zona.

Paquillo es un aficionado de los de siempre. Mandaba en sus días, y cuenta sus batallas en los 15 minutos del descanso, pero los chavales hoy andan más finos con las pipas y el final de Lost que con medios filandones de un cascarrabias. Pierde su Madrid y apenas duerme. Gana el Barcelona, y le cuesta una pastilla extra de alguna medicina hecha en España...

Aborrece la política, uh, el anciano la odia, si. Odia a Zapatero y a todos los de León por el mero hecho de serlo. Engaña y confabula en las partidas de cartas contra gente sin recordar apenas su nombre, llamando “este de aquí”, “el otro de allá”; y el pobre no se entera que la mitad de los que dice se fueron antes del Mundial de Fútbol que hizo España.

Este hombre, o lo poco que queda de él, anima, elogia y piensa cada día, cada momento, cada minuto, cada segundo, en la roja. ¡Quién lo hubiese dicho!

domingo, 13 de junio de 2010

Otro dia mas

Pierdes lo que era tuyo o lo que pensabas que tenías. Lo pierdes porque pronto te ves solo, sin nadie, y todo al fin y al cabo pierde su forma de ser. Que se lo digan al Pangea.

La libertad, por ejemplo, ahora que liberan a un preso del régimen cubano (un gesto, al fin y al cabo).

La vergüenza, al ver imágenes de Sudáfrica, ahora que hay Mundial, entre los ricos y los pobres, todos unidos por un balón, pero que unos juegan porque otros los cosieron.

La paz, cuando en un país que ni siquiera sabes que existía surge la guerra y Rusia, que podría hacer algo, anuncia que sólo controlará sus bases militares.

La paciencia, viendo crisis y más crisis, y viendo que todos hablan y hablan pero que nadie hace nada. O pocos hacen poco. O muchos hacen mucho, pero los civiles no lo vemos. Y no tendremos plaza en las arcas…

La virginidad, entre tanta puta y tanto cabrón en los medios de comunicación. Maricones, plastificadas, rumores, me dijeron, te dijeron, denuncias, fotografía, portadas, bisturís, exclusivas….

La cartera, porque o bien alguien te la roba, o porque alguien decidió subir el IVA.

La compostura, porque no hay silla que calme los culos de gente inquieta, con ganas de movida, de huelgas, de reuniones, de viajes, de vivir acelerada… La calma, ¿cómo no vamos a perder la calma?

La razón, porque nadie entiende nada si es que hay algo que entender...

La fe, si es que aún la tenías. Nuevos casos de violaciones, riqueza y opulencia ante un mundo que se sumerge en la pobreza. Cabrones. Rezad y os salvaréis…

La vida. Porque se va día a día, y te pones una y otra vez el pijama, sin darte cuenta de lo rápido que está pasando.

Pierdes todo. No te queda nada. Porque el que nada no se ahoga, a no ser que sobrevivas a la catástrofe de 2012, o eso dijeron los mayas.