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domingo, 17 de junio de 2007

Ordoño IX, campaña al Norte

Sin saber nada de eso, porque de eso hay mucho que aprender, y sin pensar que un día iba a ser tan fuerte, el amor podía llegar al corazón de Ordoño IX. Todos a su alrededor, en la corte, sabían de su última escapada a tierras astures, pero todos callaban aquello que lo llevaba a ir más allá, a esas tierras de lejana lengua romana, más, más antigua que el latín de nuestras calendas, cerca de Anfípolis, allá donde hubo una batalla y recogieron los escritos. Una tregua al mar, una tierra que se antojaba inicio de sátira cristiana…
Ordoño IX cortejaba a todas aquellas gentes que se cruzaban en su camino, foráneas doncellas y peregrinas de la cristiandad, y de sabios es presuponer que las andanzas alcanzan y mucho al poder, y éste bueno no iba a ser merecedor de críticas por no hacerlo. No obstante, plebeyos y cortesanos dieron por buena aquella visita de la corte de tierras que antaño vieron nacer la democracia. Otros aires dejaron en palacio, y otras verdades y proyectos se advirtieron en la ciudad, que pese a ser Reino, dejaba que desear el de sus antepasados; muestra de ello, la última batalla librada con un dictador venido del Norte pero que se hizo con poder en el sur, dejaron al Reino sumido en la olvidada tierra del noroeste, anexionada a quienes dieron vida nuestros reyes, y sólo con su historia, sólo con sus gentes, y poco a poco, sería olvidada.
La amenaza de reinar en las tierras por nuevas gentes se había alejado, y digamos que por aquel entonces el Rey campaba a sus anchas, pues nada, ni nadie, estaba disconforme con lo que salía de la Corte.
Pero el Rey tenía algo que guardar, algo que podría desquebrajar su amor, o hacerlo más poderoso. Una campaña al Norte, allá donde el reino de las nieves se lleva el alma de los fríos de corazón. Una amenaza que el rey en solitario iba a librar.

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