Cuando hay una Expo, o exposición, bienvenidas sean las abreviaturas, todos esperamos encontrarnos algo grande, con gente, tumulto, aparte usted, quite, a ver...
Cuando hay algo de eso, y más denominándose "expouniversidad" se antoja con gentío, de estudiantes que se piran clases, de señores paseantes que no tienen nada que hacer en toda la tarde, perdón, mañana, perdón, nunca, además de ver el estado de las obras de alrededor y doñas que arrasan con folletos y revistas, de estudios de postgrado y licenciaturas que un buen jovencito de instituto bien pudiera echarlo un ojo, y no las pipas de éstas mujeres de juventud de postguerra, que si bien saben de lo suyo, carecen de nociones para saber los años de una Diplomatura, y se ponen a freir sobre folletos del ejército, cual propagandas de muebles o de Carrefour.
Tiene esta Expouniversidad organizada por la ULE, o Universidad de León, dos centros de representación. Una en el Campus de Vegazana, que sea la Universidad mayor, de León, propiamente dicha, y la de Ponferrada, capital del Bierzo y del botillo, de los micrófonos de oro y del castillo que aún hoy aguanta, templario él, como los que luchaban por defender los Santos lugares, el grial, y todo eso sobre lo que se escribe en los últimos tiempos... Bueno, pues ahí fué la expo ayer y anteayer, y por lo visto, a saber si se hará el año que viene. Poca afluencia de público para una cita de la que si bien no se promueve con ganas e interés, poco movimiento tiene; señor Rector, ponga usted autobuses cada hora para acercarnos hasta allí, ponga carteles por León y quizás algún chaval se acerque con su moto, con sus padres, con su novia... ponga usted la expo en fin de semana, que nadie va a Ponferrada un martes!!!
Y aún así, no muchos más de veinte turistas estábamos por allí tras la charla de poca, excasa, nula afluencia que fui a dar sobre los cursos de verano en el extranjero de mi colonia y panda de amigos, gente... por 120 euros, te vas a un destino por europa, con gente de todos los países, hablando en guiri (inglés sobre todo y básicamente) y aprendiendo y viendo costumbres, ciudad y demás... un lujo en éste mundo. Y es cosa de entrar en www.aegeeleon.org pero la gente lo ve tan fácil, que no se apunta... Pero es otro tema. Ya te diré.
Las azafatas... ah, si, las azafatas de la farsa de Ponferrada descansan sobre una pierna, qué guapas ellas, sobre la otra, de lo mejor de allí, te regalan no un boli, sino, dos, pa que sus jefes vean que ha habido gente. Te alegran la vista, te dan dos, tres periódicos, cuatro si quieres.... los de McDonald te regalan helados y zumos... Nadie pregunta en los stands. Sólo pasan a por caramelos, y papeles a saber de qué. Sólo hablan los de un puesto, con los de enfrente. Al fondo, los organizadores de la cata de vino empiezan a vocear. La radio está triste. Ha llevado sus micrófonos a la tierra de Luis del Olmo, y nadie sintoniza. Las alfombras rojas habrán de guardarse sin tener que limpiarse para una próxima ocasión, en León, en la que se espera subsanar los errores del pasado. Una pena, Don Ángel.
Caminamos por el Cid, allá por donde Doña Jimena salía y caminaba hacia misa de la Colegiata, así reza el Cantar. Allá entonces era aquello un pedregal (ahora aún lo es) pero aquello era una plaza real. Se alzaba en aquella era, guardada tras la muralla, una iglesia a Juan Bautista, sobre lo que antes era una capilla romana, y se fué al garete cuando el Rey de León Fernando I, obtuvo unas reliquias de parte del rey de la taifa de Sevilla, por que en esa estabamos por el Sur. Así que Al-Mutamid, que más tarde llamaría a la península a los almorávides, los cuales se anexionaron su reino, regaló los restos de San Isidoro de Sevilla o Cartagena a éste nuestro Fernando. Dicen las malas lenguas, y según he leído por ahí, algo como que en 1063 el rey Fernando I guerreó por tierras de la Bética y Badajoz, e hizo tributario suyo al rey taifa de Sevilla. Éste, le hace entrega de las reliquias de Santa Justa, pero cuando la embajada cazurra llega a recogerlas, no las encuentra. Pero dice la leyenda, que una vez en Sevilla, el obispo de León, que era uno de los que fueron a por Santa Justa, tuvo una visión mientras dormía, y así entonces encontraron las reliquias de San Isidoro. Y como no hay mal que por bien no venga, se las tomaron como regalo a éste moro sevillano. Y se dice que ya cerca de León, la embajada se internó en tierras pantanosas, sin que los caballos pudiesen avanzar. Al taparles los ojos a los caballos, por no asustar a los pobres, éstos salieron adelante dirigiéndose hacia la recién construida sobre otra, y otra, o otra... iglesia de los santos Juan y Pelayo.
La Basílica de hoy era aquel día prerrománica total, como los aires en que vivía León en aquel tiempo, y por qué no de ahora, pues de aquellas pedradas en Covadonga, sé llegó a ver el mar Atlántico en Oporto, o así reza el mosaico de la estación de tren portuguesa, dando el rey de allí las llaves de la ciudad a nuestro rey... pero eso es más historia, como lo de hacer castillos que luego nos humillaron... pero por no perderme, me retomo diciendo que la Iglesia de la que hablaba sufriría a partir de entonces los aires modernos traidos del Camino de Santiago, que buenamente marcan las conchas en suelo leonés. Unas pinturas que se conservan como Capilla Sixtina y un Calendario agrícola dejan perplejo a quien entra y deja escapar alguna foto, pues si bien Miguel Ángel dejó su sello para bien recordarlo, nadie firmó lo del Panteón Real, y es que en eso, como en todo, ¡los leoneses somos bien cazurros!
Pensé entonces aquel verano, tras estudiar lo que no debía, que el repetir curso no había de ser un manchón en mi vida, sino una oportunidad de aprender. M.O.U. habría de llamar a este año, pues Más Orientación Universitaria consolidaría allá donde algunos decían que no había más que serrín. Mira tú a Don Camilo, el de Padrón, tierra de la indecisión, (unos si y otros no) de término municipal, pero Iria Flavia de pueblo, cómo empezó Derecho, y nunca lo acabó, y el gallego ganó un Nobel cuando tenía yo siete añitos, y un Cervantes, por fin, en el 95. Incluso una Universidad lleva su nombre… ¡Camarada, qué hombre, qué nombre! ¿Y si él era importante, por qué un manchón iba a cortarme la alas? Ahí es mi momento de crecimiento personal. Y no por talla, que si bien no fui a la mili por estudios, no pude dar el estirón que decían antaño, y eso que me tallé pues yo fui los de la última promoción de la milicia obligatoria española. Un antes y un después en mis calendas. Ese punto de referencia que el Señor de Buridán marcó a sus 15 años, y yo tres más tarde, con el tan cansino efecto 2000.