Errantes. Caminando en una fila. Cruzando un puente que otros dias no tiene más gloria que el cruce de coches y más coches, y es en estos es dias cruzado por más personas que carros durante el año. Tiendas allí y aquí. Acampada libre. Ahí cerca de la pared del Rompeolas, donde apesta una semana más tarde aún a pis, ahí monté mi tienda. Vas de cerdo, con amigos. Vas a buscar un hueco donde hinchar tu colchoneta y anclar tu Quechua. Buscas un sitio donde dejar sólo media espalda. Fuiste unos meses atrás con la griega por allí. Ya sabes, a éste le gusta escaparse por el norte, a esas tierras de viejos cilúrnigos y seguidores de Deva. Esas cercanías de Onís y ese Noega de antaño. Jamás pensabas que acamparías allí. Si, bueno, el prado habitual lo dejaron cerrado, y hubo que acampar en el primer hueco libre de hierba que quería ser paja.
Después de eso hubo una merienda campestre, sobre toallas de playa que entraron en la lavadora con manchas de calimocho, aceite de sardinas y arenas de la playa. Amén. Ya dije: íbamos de cerdos. Una remesa ya con la chaqueta, pues apuraba el rocío y el fresco de la noche de Agosto, y dale que te pego a los juegos de los amigos al tanto de un vaso de cachi. Al rato, los incondicionales de la noche. Gente de AEGEE Oviedo y AEGEE Santander, que por espacio, acampaban a veinte minutos de allí, y la pequeña colonia leonesa les pillaba de paso a la marabunta. Jaja, jeje, y todos juntos por ese bendito puente que a la mañana siguiente vio llegar a los remeros y sus canoas, y que mis ojos, otro año más, vieron en resúmenes por la tele. La noche fue larga. Venía otro día. Nada como la playa, siesta a la solana y baño. Un loco ya estaba montando un ordenador en plena playa, con altavoces y haciendo las delicias de aquellos fiesteros engominados de la playa, de collares en cuellos de toro y cigarrillo a lo pijo. Se retornó para comer alguna cosa y vuelta a la playa. Siempre en fila. Siempre entre la gente. Colgaos, coloraos, buscadores de papel, incondicionales con la cerveza en la mano, resacosos, gordinflones y mazaos de gimnasio… Allí hubo de todo. Hasta aquel que cabó con una pala un hoyo en la playa y al acercarse el guardia y preguntarlo qué hacía lo respondió “busco mis llaves”. Fuera del agujero, vale ya la bobada y a tapar los dos metros de profundo. ¿Premeditado? ¿De dónde salió esa pala? ¿Toda la noche cavando? Por la tarde no hubo siesta, hubo un balón. Aún nos reíamos del escavador.
Después de eso hubo una merienda campestre, sobre toallas de playa que entraron en la lavadora con manchas de calimocho, aceite de sardinas y arenas de la playa. Amén. Ya dije: íbamos de cerdos. Una remesa ya con la chaqueta, pues apuraba el rocío y el fresco de la noche de Agosto, y dale que te pego a los juegos de los amigos al tanto de un vaso de cachi. Al rato, los incondicionales de la noche. Gente de AEGEE Oviedo y AEGEE Santander, que por espacio, acampaban a veinte minutos de allí, y la pequeña colonia leonesa les pillaba de paso a la marabunta. Jaja, jeje, y todos juntos por ese bendito puente que a la mañana siguiente vio llegar a los remeros y sus canoas, y que mis ojos, otro año más, vieron en resúmenes por la tele. La noche fue larga. Venía otro día. Nada como la playa, siesta a la solana y baño. Un loco ya estaba montando un ordenador en plena playa, con altavoces y haciendo las delicias de aquellos fiesteros engominados de la playa, de collares en cuellos de toro y cigarrillo a lo pijo. Se retornó para comer alguna cosa y vuelta a la playa. Siempre en fila. Siempre entre la gente. Colgaos, coloraos, buscadores de papel, incondicionales con la cerveza en la mano, resacosos, gordinflones y mazaos de gimnasio… Allí hubo de todo. Hasta aquel que cabó con una pala un hoyo en la playa y al acercarse el guardia y preguntarlo qué hacía lo respondió “busco mis llaves”. Fuera del agujero, vale ya la bobada y a tapar los dos metros de profundo. ¿Premeditado? ¿De dónde salió esa pala? ¿Toda la noche cavando? Por la tarde no hubo siesta, hubo un balón. Aún nos reíamos del escavador.
A la caída del sol. Regreso a lo mismo del día anterior. Se sentía el cansancio. Se vio en la gente. Pero en todas las calles había gente sin sentido.
El domingo amaneció caluroso, arreando para sacarnos de las tiendas y empacarlas en los coches. En una hilera de cacharras (menos el del hijo que le dejó papá el coche) durante un buen rato nos encaminamos a Gijón, y allí, en San Lorenzo, di por finalizado el fin de semana. No había lugar a bromas. No había energía para reír. En coche a León y por Autopista. No había ni garantías de llegar arriba por Pajares. Íbamos sin ser. Íbamos como idos. Íbamos errantes.
1 comentario:
Nuevo aspecto en la web. Vaya vaya. Me gusta. Como tambien me gusta tu descripción de Ribadesella. Debió de ser extraordinario! Una pena, me quedaba muy lejos, que estos dias estoy por el sur. Me alegro del cambio, pero sigue con tu estilo de acuerdo? Besitos
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