Uno de Albacete puso patas arriba todo Londres. Ya el día antes el Arsenal dijo adiós a la final de la Champions de Roma, pero este día le tocaba y le tocó al Chelsea.
Se antojaba un partido emocionándote, lleno de pérdidas de balón, patadas, presión… así que no hubo mejor forma que verlo tomando unas cervecitas con los amigos. En el barrio de la Palomera, y a bar cambiado, adiós a los sofás del Star, donde sentimos la alegría interna de muchos madridistas y el cambio repentino a la euforia catalana, con abrazos, gritos, apretar de puños y saltar de cáscaras de pipas por los bares. De un, “no pasa nada, tenéis mas o menos la liga” a un corazón acelerado, temblor de piernas y brazos, y una angustia de dos minutos hasta que se pitó el final. Lo de Ballack corriendo detrás del árbitro con música de Benny Hill, lo de otros hablando a la cámara desafiantes, y las puyas de los periodistas españoles al malestar de Hiddinck, porque hay que saber perder, fue posterior. El sentimiento fue la patada de Iniesta al balón en el que iban los sueños de mucha mucha gente, y el ver al manchego con la camiseta interior y ondeando la amarilla. No hubo otra. En Roma vuelve la emoción. Ojalá vuelva el sentimiento. Bravo.
Se antojaba un partido emocionándote, lleno de pérdidas de balón, patadas, presión… así que no hubo mejor forma que verlo tomando unas cervecitas con los amigos. En el barrio de la Palomera, y a bar cambiado, adiós a los sofás del Star, donde sentimos la alegría interna de muchos madridistas y el cambio repentino a la euforia catalana, con abrazos, gritos, apretar de puños y saltar de cáscaras de pipas por los bares. De un, “no pasa nada, tenéis mas o menos la liga” a un corazón acelerado, temblor de piernas y brazos, y una angustia de dos minutos hasta que se pitó el final. Lo de Ballack corriendo detrás del árbitro con música de Benny Hill, lo de otros hablando a la cámara desafiantes, y las puyas de los periodistas españoles al malestar de Hiddinck, porque hay que saber perder, fue posterior. El sentimiento fue la patada de Iniesta al balón en el que iban los sueños de mucha mucha gente, y el ver al manchego con la camiseta interior y ondeando la amarilla. No hubo otra. En Roma vuelve la emoción. Ojalá vuelva el sentimiento. Bravo.
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