Ya sale León en el telediario. Ya vienen las nieves. ¿De qué otra forma podemos salir si no? Ni carteleras o estrenos de cine en nuestro Emperador andamiado, ni rodajes de producciones que lleguen a los cines de la Gran Vía chulapa, al menos. Sólo pasta y pasta para traer al ballet de Bielorrusia, ole ole y ole, que vienen desde lejos para deleite cazurrón. ¿Y el teatro? Ya la tuvimos hace un tiempo… ¿te acuerdas? Así va el teatro…
¿Y qué hay de lo nuestro? La unidad de quemados se desentiende del Purple Weekend, de la promoción de eventos juveniles en su tan aclamado Espacio Vías… Olvidados quedan conciertos celtas, como los de antaño, y la música se queda en pequeños conciertillos, de entretenimiento de unos pocos, en pubs y baretos de los barrios Húmedo y Romántico, esos que apuestan, se reconvierten y luchan con nuevas estrategias para seguir abiertos un día más. Puras apuestas de empresarios que se traen a unos y otros para ganarse las copas y birras de cuatro pelagatos. No hay nadie que llene la Plaza de Toros, ni el circo, ni las motos al Freestyle. Eso se consigue sólo con tacos de queso y cortes de embutidos directos al gaznate del Imserso…
Los arquitectos no tienen qué construir, les falta dinero para seguir levantando torres. Los escultores no hacen más que estatuas que manchan su entorno, que dejan un reguero tras de sí provocando la vergüenza de los vecinos. ¿Por qué usan ese material tan feo y frío? Y otros no se saben ni lo que son, ni quiénes, que se lo digan a Gaudí… o a quien esté sentado enfrente de Botines. ¿Y los pintores? No hay ni grafiteros de chándal y gorra. Sólo pintores de brocha gorda. Y a lo sumo, cuatro raros que exponen en el Musac.
En León tiran las letras, y nos llenamos de presentaciones y firmas pomposas. De letras y poesía que no llega más allá de a los de siempre. Tickets y entradas para sentarse a degustar una buena crítica literaria, y pocas veladas en bares, que como en clubes, inviten a comentarios y diálogos sobre los libros, unos autores, unas letras... Una Feria anual de libros en la calle y otra de libros antiguos, y el último de noviembre, ninguna librería cazurra en el Movimiento Nacional del Día de las Librerías…
Unos pocos aún siguen, cada viernes de Dolores, deleitando con poemas la noche leonesa. Faltan iniciativas que abran las puertas a escritores nóveles, a indecisos que no saben cómo firmar su primera edición. De enseñarles y abrirles las puertas de un mundo literario que tanto aclama León, como también lo desatiende. No hay casi oportunidades para esos que tienen entre sus manos, o en sus pinchos un documento, unas páginas, unos sueños que buscan lectores. Porque aquí el pincho se queda en tapa, y con rosca, hermética, la cultura bajo la nieve.
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