El joven regidor de Florencia, que iba y venía en bici al Comune, que tenía un futuro prometedor e iba escalando posiciones dentro de la tan complicada política italiana, poco a poco, pasito a paso… ha llegado, de golpe, a ese futuro. Se ha impulsado al estrellato esperando no estrellarse. Y es que Matteo Renzi, elegido hace muy poco líder del Partido Demócratico, se ha cargado a los dinosaurios del partido, se ha reunido con Silvio, que sí, que sigue vivo y coleando, alegando que pacta con Berlusconi ahora para no tener que hacerlo cuando gobierne… y ha plantado cara al mismísimo Primer Ministro del país de la bota, el pro-europeo Enrico Letta, ganándole en liderazgo por 136 a 16.
Y juntitos fueron los dos a ver al Presidente de la República, Giorgio Napolitano, que como no está tampoco para muchos trotes los dijo que hiciesen lo que les diese la gana, que estaba cansado de tanto jaleo, pero que tuviesen en cuenta que la economía italiana parecía ir resurgiendo, que ahora no podían cambiar el modelo electoral y que si Renzi era investido, sería nombrado al tercer Primer Ministro en los últimos dos años, pero que tuviese en cuenta del desgaste de no haber sido electo por el pueblo, pero que aun así, gobernaría hasta 2018.
Da igual, las cartas estaban ya echadas, jugadas y Renzi las ha recogido para repartir de nuevo sobre un tablero en el que tras la renuncia que hará Letta en el día de San Valentín, Matteo da y es mano. El impulso ha sido grande. El salto, vertiginoso. Florencia fue pasado. Ahora ya está en Roma. Comienza una nueva etapa en Italia y mientras, los cansados italianos, ven que su situación no avanza y se atasca una y otra vez en los despachos y tramas, secretos políticos y acuerdos partidistas, prensa controlada, corrupción, mafias y ambiciones desmesuradas…
Renzi, Matteo… Cuanto más alto estés, más daño te hará la caída.
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