Valor… como el que tenía el sastrecillo o como repetían en una de las canciones casi constantes de la Princesa Cisne… o valor… como persona. Ni el uno lo era, pues cuento, de los de Esopo, de busto en Atenas a espaldas del templo de Zeus, o las cuatro columnas de Zeus son, ni el chocolate lo es. Y ya bien por rayo que me parta, ni que el dios del Olimpo terciase, iba a pagar un valor inferior a en mi billete al Peloponeso.
Estudié algo sobre valores en la carrera, maratoniana, pero acabada. Algo en Filosofía, interminable, como suponen en Venezuela sobre su petróleo, o eso dicen por allá, con gente de Barquisimeto al frente. Pero todo lo bueno llega a su fin, y todo lo malo perdura, quizás por eso, y en el buen sentido de la palabra, la Filosofía me hizo repetir C.O.U. Bueno, no exactamente. Siempre dije que mi segundo año en los Maristas, en aquel tocho edificio de León, que sube de la Plaza Mayor a la Catedral por Mariano Domínguez Berrueta, Catedrático de Instituto y algo como escritor, aquel solar del Obispado, que sube empedrado cortando la Muralla Romana que resguardaba a los “hijos de la loba” en donde se impartía conocimiento a los alumnos de Maristas, Agustinas, Carmelitas, Josefinas y Jesuitas, sálvenme sus rezos si me olvido de otra congregación, había de ser de formación y aprendizaje en la vida.
Pensé entonces aquel verano, tras estudiar lo que no debía, que el repetir curso no había de ser un manchón en mi vida, sino una oportunidad de aprender. M.O.U. habría de llamar a este año, pues Más Orientación Universitaria consolidaría allá donde algunos decían que no había más que serrín. Mira tú a Don Camilo, el de Padrón, tierra de la indecisión, (unos si y otros no) de término municipal, pero Iria Flavia de pueblo, cómo empezó Derecho, y nunca lo acabó, y el gallego ganó un Nobel cuando tenía yo siete añitos, y un Cervantes, por fin, en el 95. Incluso una Universidad lleva su nombre… ¡Camarada, qué hombre, qué nombre! ¿Y si él era importante, por qué un manchón iba a cortarme la alas? Ahí es mi momento de crecimiento personal. Y no por talla, que si bien no fui a la mili por estudios, no pude dar el estirón que decían antaño, y eso que me tallé pues yo fui los de la última promoción de la milicia obligatoria española. Un antes y un después en mis calendas. Ese punto de referencia que el Señor de Buridán marcó a sus 15 años, y yo tres más tarde, con el tan cansino efecto 2000.Estudié algo sobre valores en la carrera, maratoniana, pero acabada. Algo en Filosofía, interminable, como suponen en Venezuela sobre su petróleo, o eso dicen por allá, con gente de Barquisimeto al frente. Pero todo lo bueno llega a su fin, y todo lo malo perdura, quizás por eso, y en el buen sentido de la palabra, la Filosofía me hizo repetir C.O.U. Bueno, no exactamente. Siempre dije que mi segundo año en los Maristas, en aquel tocho edificio de León, que sube de la Plaza Mayor a la Catedral por Mariano Domínguez Berrueta, Catedrático de Instituto y algo como escritor, aquel solar del Obispado, que sube empedrado cortando la Muralla Romana que resguardaba a los “hijos de la loba” en donde se impartía conocimiento a los alumnos de Maristas, Agustinas, Carmelitas, Josefinas y Jesuitas, sálvenme sus rezos si me olvido de otra congregación, había de ser de formación y aprendizaje en la vida.
A eso me refiero yo con un tema que propuso hace unos días Javier Elzo: Juventud y Valores. Desde mi puesto en el Colegio, la capa más baja, la calle, el patio, veo y observo las preocupaciones y actitudes de los chavales de todas las edades, pudiendo recordar mi pasado, y lo poco que les faltará para llegar a ese cambio que contaba el de Oviedo. Son aptitudes en algunos casos que me recuerdan ser niño, que me hacen ver cómo se comporta la juventud, sus creencias, sus inquietudes, sus valores… Cierto es que vamos hacia un mundo que no es de extrañar no averiguase Aldous Huxley en su gran novela de “Un Mundo Felíz”, pues todos o la mayoría se rige por lo que oyen, hacen o dicen unas pocas personas. No hay más sentimiento que el de salir el fin de semana y besar a cuántas chicas o chicos se pongan en el camino. ¡Voy a vacilar, voy a beber, y si alguien cruza su mirada con la mía, lo pegaré, porque yo puedo mirarle, él no, yo soy superior a él, yo soy un Alfa, y él apenas es más que un Épsilon! Lo visto en la tele, es más creíble que lo que dice el profesor. ¡Qué va a saber un tío que escribe con tiza en una pared. Bastante sé yo si esa pared el el mismo tejado que tienen las casas del Bierzo… y qué se yo dónde está el Bierzo! Yo sé dónde está la discoteca de moda, las tiendas de tatuajes y todas esas “movidas”.
Es fallo en la Educación en general, no es sólo problema de los Colegios, que algunos se atan al pasado sin abrir sus puertas al futuro, innovando, dando lecciones de otro modo, disponiendo la clase de otra manera... Hay que crear un grado de complicidad con los alumnos. Que te vean como profesor, si, pero como alguien en quien confiar. El profesor no es el enemigo. El profesor es amigo, como en “La lengua de las Mariposas”. Hay que saber escuchar al profesor. Hay que abrir la mente al Mundo. Aprendizaje Constructivo señores, Constructivo en esta sociedad de Construcción. Saber razonar hasta las lecciones más mecánicas de Derecho Natural. Viviremos para aprender. E intentaremos aprender a aprender, como cacarean en la Facultad de Educación al unísono. Hay que dar unos guiones y unas pautas y dejar que el alumno descubra por sí mismo su método de estudio, no ponerse con los codos sobre la mesa mirando al libro y sin levantar la cabeza, como nos hacía Don Isidro (pero eso ya es historia). La Educación primeramente ha de llegar de los padres, de casa. Y si eso no lo cambiamos, y los primeros enemigos del colegio son los padres y lo ven por encima del hombro, se transmitirá a los hijos, y los hijos provocarán conflictos, las familias entrarán en disparidad con el colegio, y hoy en día, denuncia.
Es complicado lo sé, pero algún día habrá que empezar. No sé, digo yo. O eso espero. Sólo una llamada y cuándo empiezo. Es fácil. Para algo estudié Magisterio, una carrera que te hace aprender de todo, anticuadamente visto y enseñado por profesores universitarios, pero bueno, saber de todo un poco, lo justo para un trivial.
2 comentarios:
OBRA MAESTRA. A SUS PIES.
Muy cierto lo de los valores que se proponen. Muy curioso lo de que en Magisterio sigan aún anticuados con la educación. Es lo primero que hay que cambiar en el Mundo. Hoy en dia es todo cambiante y rápido de ver y ser. La educación ha de ser una de las bases en las que se se produzca esos cambios que solicitas.
Muy bueno.
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