Momentos en los que es bueno esperar y no adelantarte a los acontecimientos. Ahí me encuentro. Una vez aprobado el proyecto de verano por quien manda en casa, sólo aguardaré una llamada, un gesto, un giño, un "¡eh tú, ven!". Algo que pueda cambiarme y la única razón además de otras inmencionables que me frustren lo pactado. Algo que mañana si puedo, haré, un aviso a navegantes de que “Teruel existe”, y de que el lunes puede resolverse una intriga. Una nota que pueda cambiarme y facilitar una entrada, una aprobación, o una confirmación de que no me quiere. Pues si así fuera, “quédese con su puesto, tío feo”, como canta en cierta ocasión un ídolo televisivo, Homer (todos sabemos quien, sin apellido). Algo de hacer, algo de preveer. Algo que tiene en su mano una persona, y que pese a referencias y comentarios, parece no desear, pudiendo ser ira de mis letras en futuras ocasiones. Entrar ahí, no quedarse a medio camino es más complicado de entender el amor de Catulo, (en tiempos de Julio César), aquel que escribió a Lesbia algo como “Dame mil besos, luego cien, después otros mil, luego cien más, luego mil, después cien; por fin, cuando hayamos sumado muchos miles, embrollaremos la cuenta para no saberla y para que ningún envidioso nos pueda echar mal de ojo cuando sepa que nos hemos dado tantos besos”. Un amor no correspondido. Lo doy todo. Pero… ¿Quiere que lo de?
2 comentarios:
Suerte
La suerte está por echarse... el jueves 19 será la entrevista.
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