Un chocolate calentito y unos churros untados de grasa, granos de azúcar y rayados, permitiendo jugar así con el borde de la taza. Unos ojos medio caídos de sueño, y unos amigos alrededor, en una mesa redonda del restaurante de un hotel. Así empezó el primer amanecer del 2008. La noche elegante, con traje los más clásicos, nos dejó toda clase de aperos en nuestro aparentar sereno versus festivo. Una cuelga hawaiana en los primeros compases de la noche, alternada con unos gorros de imitación china, otros cual auténticos talibanes… Para cambiarlos luego en la multitud alcohólica-festiva por unos gorros de papá Noel de colores varios, como para jugar al parchís. Ayer no contamos veinte. Ayer no comimos más que los churros. Eso, y una buena cena en casa con la familia. Todo estupendo. Todo en su punto. Barrigas rebosando el cinto y un frío en estas tierras del viejo reino. Una buena capa de hielo que se iba posando en lo inerte y una sensación similar a la nieve según dijeron en casa. Eso fue la noche. Familia, cena, y un buen rato con los amigos, celebrando la venida de un año más, un año que nos dejará más viejos, y que a saber si depara suerte o nos manda a freír los churros el próximo día de San Silvestre.
1 comentario:
Por lo menos, encontrásteis sitio par aun buen chocolate...
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