Mourinho echó ayer más leña fuego. Leña a una lumbre que los madridistas buscan sean ya brasas, pero que el técnico está alimentando y la prensa, avivando.
Y es de todos conocida la guerra dialéctica entre el portugués y los medios. Aquí, en Italia, en Inglaterra... Mourinho siempre busca ser el foco de atención pretendiendo apartarlo de sus jugadores. Evitar presión, digamos. Todo eso va cambiando, poco a poco va cambiando. El portugués ha azuzado a periodistas y éstos lo atizan sin cesar. Anoche dejó a Casillas en el banquillo provocando la ira de los aficionados, y centró en esa disputa las miradas, cuando acabó el partido y los merengues cosecharon una nueva derrota.
Mou busca algo. Siempre busca algo. Se alienta una continua bordería y se alimenta con unos rumores que lo sitúan en Francia, en París, en el equipo de un nuevo jeque. Un nuevo reto, una nueva ilusión. Una victoria propia ante el todopoderoso Real Madrid. Él busca provocar la ira de los de arriba. Busca irse. Y éstos echan cuentas, pero no les sale rentable echarlo…
Como culé, no como antimadridista (creo que no hay que ser anti-nada), veo una política de fichajes y de trabajo que no da resultados. Por compararla con la del Barça, digamos que la madrileña carece de identidad, de un juego reconocible internacionalmente y sólo despuntan los destellos de algún jugador que puntualmente hace algún detalle. La cantera apenas tiene oportunidades y año tras año vuelven a los mismos errores.
El problema no es del técnico. El Real Madrid ya sabía a quién fichaba para ocuparse de su banquillo. La culpa es de los que están arriba y le han ido dando, poco a poco, y día tras día, más poder al luso. Y ahora, el compadre de Cristiano, los tiene comiendo de su mano, pero ¿hasta cuándo?
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