Dice un señor en Bruselas una cosa, y se desploman las Bolsas de toda Europa, sin excepción, sí, sí, ¡incluso la alemana! Ve el paisano esto y rectifica, y claro, las Bolsas ya con duda… las mediterráneas siguen sumidas en un caos, un sin vivir. Malos tiempos para la mayoría, mientras otros hacen caja. El parqué más que nunca es flotante y todos vamos en una deriva que dejó, entre otros, a Jack Dawson en las gélidas aguas entre Europa y América, entre el viejo y el nuevo, entre el lugar donde fue la guerra y el que la decidió.
Hace tiempo ya escribí sobre Lagarde, única de su especie entre tanto chupóptero bruselense o hecho a ellos, alzándola, jefa de barrigas agradecidas, de gordinflones trajeados que chupan y chupan a niveles desconocidos en las oscuras y yermas tierras de Rumanía, en los bosques de Bulgaria, en los pequeños pueblos de Toscana, o a los pies de mi Correcillas. Christine está imputada. Imputados pues, unos cuantos. Porca miseria, que criticábamos a la mafia y hasta la señora de la limpieza de la 5ª planta del edificio del Comité de las Regiones de la capital belga no se escapa de ella.
Dice el libro más vendido del mundo “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Pero nadie la tira. Todos quieren pujar con ella, como Atlas y el mundo sobre los hombros, véase pues la paradoja de la omnipotencia, esa que dice que existiendo un ser tan poderoso, es posible que sea incapaz de levantar una piedra pesada, con lo que dejaría de ser omnipotente…
Veo a Europa como esa piedra que muchos quieren levantar y cargar sobre sus hombros dirigiendo su destino. Creada de muchas piezas diferentes, incapaz de hacerla semejante a Estados Unidos, como se pretende día y noche, y siendo la base y espacio donde tantos primos, hermanos y vecinos lucharon contra sus semejantes no hace mucho. Un lugar con tantas ideas diferentes, tanto pasado, tanta historia... No queramos correr, y hagamos las cosas bien. Quizás en el parqué no esté la solución…
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