En una casa antigua, de las de parquet resonante y de esas que las tablas tiemblan al pisarlas... de las que saltan las astillas y de las de betas en las juntas... ahí hago unas horinas todos los días... Tiene dos entradas, dos portales, llenos de puertas, y allí, con un ascensor antiguo, que quizás viese algo similar en los "Aristogatos" de Disney, en la entreplanta, dos puertas, que dan acceso a ruido de teléfonos, de conversaciones, del dichoso parquet, de tubos que recorren los pasillos dejándose ver al exterior, y mobiliario del antiguo, no rústico, sino antiguo. Se oyen campanas sobre que nos transladan. Se oyen rumores, pero yo aquí sigo, sentadito en el despacho siete, el de la puerta viselada, de donde cuelga un banderín de C.D. Tudela, de el de enfrente, de donde al entrar en el piso ves un corcho y banderines, posters y carteles, la centralita diría yo, porque todos vienen y preguntan "¿Dónde está la federación de Ciclismo?, ¿Dónde la de tiro olímpico? ¿La de alpinismo?..."
Paso horas y horas, pero más pasa mi jefe. Aunque ahora ya sólo quedo yo, en ésta lúgubre estancia... y ya cerré la ventana, porque total... ya es de noche... y en breve cambiarán la hora, qué triste! qué día más lluvioso... no me ha dejado ni abrirla... qué frío... y sólo se ven tejados... qué silla, qué maldita silla baja y con ruedas, pesada y acolchada, pero incómoda, muy incómoda... ¡¡y es de lo mejor que veo en los alrededores!!
De todo ésto hablo, de un lugar en el centro de mi ciudad, en un lugar de construcción antigua, que pide para lo nuestro un transpaso, unos días de cambio y una luz renovada, que estos focos de pladur tienen los días contados, al igual que éste suelo, éste parquet que "resiste todavía y siempre al invasor" (como cierto pueblo de la Galia en una saga de cómics franceses), a la humedad, al frío, a la gente, a los años...
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