Una caña y un concierto de brasileños eran la excusa de ésta tarde. Una cerveza, un tema animado con los amigos y un par vistazos a la final de la UEFA, enhorabuena a Espanyol y Sevilla, aunque éste ganase, y más que nada, porque hicieron disfrutar al gentío. Estabas cansado. Sí, bastante. Habías bajado a León andando, uf, desde el futuro barrio, aquel lejano pueblo, Villaobispo, donde al poco pensar, imaginas a un obispo de antaño, con tierras arrendadas a cuatro pobres campesinos y un par de molineros. Ésta es tierra de riego del Torío, de bien bajar las calles inundadas no hace mucho, calle Real, aquella que recordaba mi bisabuela llena de cagadas de vaca. Villaobispo ya no es una calle. Ahora luchas por salir a una vía principal de toda esta maraña de pisos y lejanos prados, donde quedaron mis recuerdos de pachangas y momentos de ocio infantil. Dije adiós ya a la pradera donde jugaba con un par de amigos a eso del fútbol, al escondite… Unas piedras y ya tenías una portería… ahora sólo hay casas. Esto ya no es un pueblo… Y así comentábamos mientras degustábamos la oferta de caña y tapa por un euro, qué fresquita, qué sed tenía. Hablando de cursos de idiomas, empate del Espanyol, bendita prórroga, de alguna escapadita en verano, un trabajo que puede darte un dinerín, un concierto de música celta por el Norte, una visita al extranjero… Penaltis. Y ahí fue cuando se iluminó mi cara. Una empresa de bajo coste ya tiene mi destino favorito. Y es que tan ilusionado quedé, que apenas disfruté de los penaltis, y al llegar a casa he abierto el ordenador, lo he confirmado, y lo más seguro es que mañana mismo me compre billete. ¡Qué fantástico! Ya no tendré que escribir al Ministerio para solicitar un low cost a éstas tierras mediterráneas. Puede hacerse realidad “el sueño”, aunque tú digas que no diga eso, que jamás lo voy a hacer… tiempo al tiempo…
Pensando ahora, no me importa haber llegado tarde al concierto de música brasileña, ni haberme quedado sin saber el nombre de esa chica del bar. ¡Qué rica estaba la caña!
Pensando ahora, no me importa haber llegado tarde al concierto de música brasileña, ni haberme quedado sin saber el nombre de esa chica del bar. ¡Qué rica estaba la caña!
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