Pues no va y resulta, tú, que el Babieca se pateaba trotón por las calles de León sin decir ni rebuznar nada, y van y dicen que el ruano era robado. ¡Que el rocín era robado! Que vio al bayo todo explendoroso y guapín en fotos su dueño triste y desolado, un ganadero zamorano que había denunciado su robo. Y vio al jamelgo en nuestra prensa, en la cazurra, y dijo que el penco era suyo y no del Centro Ecuestre Mirantes. ¡Ay qué lio! Que el Centro Mirantes investiga cómo llegó el petiso a sus cuadras. La Subdelegación de Gobierno dice que es cierto y ya rumia buen heno al sur de la capital del viejo reino, y mientras tanto nuestra calesa está repuesta, con otro heredero de Rocinante castañeteando con las herraduras sobre las piedras de nuestra ciudad. Calesas y corceles en León en el verano más frío desde hace más de un siglo... ¡De película, tú!
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