Hacía un tiempo que se encontraba mal. Parecía que estaba “ido”. Su cuerpo estaba con nosotros, pero su mente parecía abstraída en esos mundos que sólo caben en su imaginación. Más que nunca aparentaba locura. Sus actos extraños, sus gestos, su mirada perdida en el horizonte, en un mismo elemento, y un sin fin de acciones que nadie esperaba… Tenía “titulitis”, o eso dijo el médico. “Es un trastorno por querer hacer algo y no poder”. Decía que el paciente era capaz de actuar perfectamente en labores diversas, pero había algo que se lo impedía. Decía después su familia que era del estrés. Sus amigos, por no tener novia. Pero nadie acertaba. Quizás el médico, uno de esos doctores de las españas, con bata blanca inmaculada que se pasean cerca de quirófano sin saber caligrafía con unas sandalias blancas con agujeritos, fuera uno de los que más se acercaron. Nadie lo supo nunca. Nadie lo ha encontrado aún. Dejó cosas muy valiosas en casa. Unos libros y una maleta, que según su madre no iría llena, lo acompañarían a su destino. Y sin mediar palabra, si decirnos adiós, un buen día, desapareció. Algunos dicen que se fue a hacer las Américas, porque escuchó que alguien de su familia fue antaño y allí se forró. Otros dijeron que se fue a algún país del este, donde podía trabajar perfectamente sin requisitos. Yo sé que está cerca del Cielo, muy cerca de los humanos. Se fue allí porque realmente era donde lo necesitaban. Había intentado ser persona aquí, con nosotros, pero su vida estaba allí, ayudando a quienes lo necesitaban. No se en qué país. No sé en qué provincia. Ni si quiera se la tribu, ni lo que estará viendo por allí. Pero seguro que lejos de éste mundo, estará ayudando a un niño.
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