Hubo antaño un esplendor cultural, artístico. Muchos denominaron a esas orgías literarias “Generaciones”. Del 98, del 27, de Postguerra… Otros, como los pintores, fueron de los que pintaron lo que vieron, tratando desde un principio de pintar antílopes, pues eran lo que veían, sin saber que en el futuro vendría Miguel Ángel y luego la foto. Lo que no se acercaba a la realidad no gustaba, y si se acercaba demasiado, tampoco, (véase el enfado del Papa Inocencio X con el retrato que hizo Velásquez, y todo por hacerlo demasiado real). Ahora que hay cámara de fotos, nos proponemos a modificarlo con programas informáticos, porque bien salimos oscuros, o porque bien la musa tenía un pelo delante de la frente. Un click, e incluso estará más morena, sin rayos uva. Los pintores se alejan de la realidad y juegan con el símbolo, poniendo dos puntos y dos líneas, y llamando a su obra “pájaro en el espacio”. Los escultores juegan con las formas, con el sin saber y con la incomprensión de gente, que si ve el David, ve a un hombre, pero si ve un “Elogio al horizonte” ridiculizará llamándolo “water de King Kong”. Dicen los arquitectos que sus casas ahora son el resultado de la modernidad, de lo nuevo. Usan elementos raros, extraños, con ventanales inmensos, de grandes proporciones, altos, blanco perfecto de la ira terrorista. Se hacen bailes más y más modernos, perviviendo como los domingos, el tango en el Retiro madrileño, y ahí a su lado, unos mozos con gorra y música hip hop haciendo barbaridades con su cuerpo en el suelo, saltando y con un estilo muy cercano a las películas de USA, que si bien nos parecen demasiado americanas, no hacen más que reflejar su vida diaria, aquí, lo más cercano, el Comisario de Tele 5.
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