sábado, 28 de marzo de 2020

¿Entre todos o que cada perro lama su...?


Rabia sin respuesta. Impotencia y estupefacción, ¡toma ya, qué palabra!, ante lo ocurrido ayer con las altas esferas de Europa. Esa casa mutua en el viejo continente (y no me refiero al Carrefour), por el que todos dicen luchar y concienciar para un estado común... ¡Ay qué trola!.

En mis años en AEGEE, la mayor asociación de estudiantes de Europa, también llamado Foro Europeo de Estudiantes, saltábamos de un país a otro, con intercambios juveniles y formación en temas concretos pretendiendo el trueque de culturas, la trasmisión de tradiciones... Fuimos haciendo amigos por países como Rumanía, Eslovaquia, Bélgica, Croacia, Eslovenia, Turquía, Grecia... y todos pretendíamos un espacio común, fomentando una identidad con proyectos como el Yourope Needs You, Yvote, Europe on track, o Summer Universities... Y resulta que los más frikis de todos, los del norte, holandeses y alemanes, esos que debatían por cada punto, coma y párrafo en los European Boards Meetings y Ágoras... esos... ahora nos dan la espalda... ¿cómo?.

Ese paraíso fiscal donde está permitido fumar marihuana, ese país que invadió varias veces a sus vecinos y que gracias a ellos luego consiguió recuperarse... ¿ahora nos dicen que no nos apoyan?. ¿Perdona?. Al parecer en 2012 ya hubo un rifirrafe con otros ponentes pero otros motivos, Rajoy, Monti... ahora, por un motivo global, pelean Sánchez y Conte... pero ahí sigue la Merkel. Parece que estos "amigos" del norte no entienden que esto del Covid-19 es un asunto que atañe a todos, que no es que un país haya quebrado por sus malas gestiones, o que haya tomado unas decisiones económicas erróneas... es que el bicho no entiende de fronteras y ahora es una emergencia, sí, sí, una pandemia mundial... ¿Cómo se lo podemos hacer ver? ¿O acaso basan su "nein" porque se creen que no les afecta mientras suman sus resultados (irreales) dependiendo de los fallecidos solo en hospitales, no en sus casas y otros espacios?.

Tiempo... se han dado 15 días más para una nueva reunión... para aceptar unos coronabonos que repartan la deuda entre todos... y no unos eurobonos en los que cada cual se traga su rescate (como hicieron con Grecia, Irlanda y Portugal). Pero quizás para entonces vean el problema más abultado y lo sientan en sus propias calles, porque el problema está en casa de todos, y al menos por aquí abajo, está feo es asunto... Si todos pretendemos conseguir una Europa común, que no sea ésto el motivo de su ruptura.

Aprietan con que vale, yo te lo presto, pero luego te lo cobro con impuestos duros que te dejarán la economía reventada para los próximos... ¿qué se yo, equis años...?. Y luego, como si nada, les gustará seguir viniendo a tostarse al Mediterráneo, a comer paellas por Valencia, a tomarse cervezas sin fin a Benidorm, montar en góndola por Venecia, o a sacarse cientos de fotos por las empedradas calles de Florencia... 

domingo, 22 de marzo de 2020

Todos somos cuñados


Ahora que todos somos expertos en pandemias, en cómo repartir los recursos económicos del Estado y en saber a ciencia cierta cómo afrontar una crisis mundial, surgen confabulaciones, historias y presunciones sobre cómo se inició todo. Si unos estadounidenses lo llevaron a China... si fue una temeraria y aparentemente asquerosa, pero a su vez deliciosa (dirán otros) sopa de murciélago... o que el bicho lo trajo el simpático pangolín entre sus escamas... ¿o acaso vivimos la venganza de la oriental a la que el Papa de Roma golpeó en las manos? 

Somos expertos y punto. Cuando Fernando Alonso comenzó a ganar en la Fórmula 1, todos sabíamos cómo habrían de tomarse las curvas a más de 300 km/h., qué neumáticos elegir si chispeaba lluvia, o cuánto tiempo se podía gastar en el pit-stop para poder adelantar a los rivales. Cuando Televisión Española elige la canción y cantante que ha de representarnos en Eurovisión todos sabemos de letras, ritmos y bailes para deslumbrar en escena. Cuando dicen la alineación de tu equipo. Cuando resuelven una sentencia. Cuando miras al cielo y sabes si mañana llueve o es día de playa. Cuando... 

Debemos entender que lo que vivimos hoy en día es algo nuevo, diferente a cualquier momento vivido antes, al menos, el motivo que nos lleva a estas medidas. Habla el Presidente, los Ministros, expertos en estos temas. Los militares están preparados para guerras nucleares, con armas y con otro tipo de logística. No para esta guerra. El recorte progresivo en los presupuestos de Sanidad, Ciencia e Investigación durante los últimos años provocan que en situaciones de emergencia como ésta no tengamos recursos para frenar expansiones víricas desde un primer momento, o ahora, para contenerlo. Nos obligan a quedarnos en casa y ni por esas atendemos. Nos multan, nos bombardean con hastags y avisos. Y aun así seguimos saliendo, compartiendo transportes, agolpándonos en supermercados, buscando la trampa para salir y desobedecer. ¿Nos gusta el riesgo? No, definitivamente somos tontos. Pérez Reverte escribió hace unos días que confinarnos en nuestras casas por unos días no tenía comparación con esconderte bajo tierra durante 4 años en Bosnia, porque si salías, te mataban. O lo que vemos en películas, o nos han contado nuestros abuelos, aquellos que durante la guerra vivieron escondidos en sus casas porque si eran descubiertos serían asesinados sin miramientos. 

El Covid-19, este coronavirus que se ha expandido por todo el mundo, nos mete en casa dando tregua al medio ambiente. El cambio climático se recuperará unas milésimas. El repunte será verde. Y el mundo lo agradecerá. Frenar el ritmo, a la larga será beneficioso para todos. Tiempo de mirar para nosotros mismos. Para valorar lo que hacemos. Poner en valor a nuestra gente. Echar de menos, disfrutar de tiempo con los nuestros. Algo simple que hace apenas un mes no valorábamos o no teníamos ni tiempo de pensarlo. Y mientras la gente siga desobedeciendo, este sueño seguirá siendo una pesadilla y cuando despertemos... el dinosaurio todavía estará ahí.

martes, 3 de marzo de 2020

Reseña de Anheron: Sentimientos de cuero y acero



Pocas veces te topas con el escritor de uno de los libros que tienes en la estantería. Mucho menos que charles con él y puedas compartir un refresco, unas ideas, o una pasión por la literatura. Mucho menos aún que pase a recogerte por casa para llevarte a una mesa redonda sobre literatura fantástica en la que puedes charlar mano a mano con él y otros buenos escritores... Y es que Jorge Diez Miguélez ante todo es un desarrollador de historias. Se deja aconsejar y en todo momento quiere mejorar su historia. Quiere que busques erratas. Quiere crítica de la buena, la que te hace crecer y no te marca como enemigo si dices que algo no te ha convencido o gustado y por supuesto, no te envía a las filas de Lord Kharon-Ra... Esto lleva a que su mente, creadora del mundo de Anheron, se mezcle con tus historias y escritos, que muy lejos anda de ésto suyo, y haga chispa para proyectos de literaturas de fantasía junto a otros dos personajes, además, vecinos, que rulan de igual manera.

Todo este enjambre conduce a que leas aún con más ganas esas letras que comienzan situándote en un reino de Ankhor en el que se van uniendo unos personajes cargados de misterio, el joven sin experiencia, la chica mosquita muerta, el enano gruñón, el elfo raro... y a los que vas descubriendo capítulo a capítulo, entre lobos con hambre, batallas épicas, rincones exóticos, visualizando cada escena como si estuvieses viendo una película, y como si al fin y al cabo, tú mismo preparases un plan de ataque con un centauro, o te bebieses una cerveza en una taberna de las de toda la vida, con su oscuridad, misterio y delincuentes. 

La acción te conduce a un éxtasis devorador de palabras, líneas y párrafos que te meten de lleno en un mundo creado de principio a fin por un autor apasionado con su criatura recién reeditada. Todo un descubrimiento, tanto él, como su saga. Vamos a por el siguiente.