martes, 24 de julio de 2007

After "No"

Dijo un sabio, “me voy de vacaciones”. Ahora repetimos los demás. Asi es amigos, y si nadie lo remedia, no escribiré mis recuerdos buenos de verano hasta el día veinte de Agosto o alguna fecha más. Y no escribiré sobre los vagos, pues de ellos será mejor dejarlos caer, ya que no se asentaron en buen lugar del caletre. Y los buenos, por felice recordatorio, pondrélos por aquí de vez en cuando, para recordarlos y hacerlos memoria.

Tiempo atrás quedó el campamento del colegio, aquel que me dejó a las puertas y que me vaciló por querer ser uno de ellos. Agradecido estoy y bien saben quienes, y así lo haré saber, porque ellos confiaron en mí desde el primer momento. Mis intentos desde pequeño por seguir la trayectoria e ideología, sus hazañas del pasado en cuanto a hacer ver la luz católica a quienes profesaron otra, sus idas y venidas, destierros, dependiendo del gobierno, y un pasado personal cercano a la orden, cayeron cual plato en campo de tiro, herido, al escuchar el “no” y sentir que me habían vacilado, o más bien “había jugado conmigo”. Atrás quedaban todos buenos consejos y buenas palabras hacia mi persona y sobre esas mismas personas. Rectores, profesores y demás que depositaron en mí un voto, una amistad, y ahora una sóla persona las ha truncado. Ahora será tiempo de reflexión, de mucho pensar, de descanso, porque en "su casa" yo trabajaba, a "su casa" yo respeto... Tiempo ahora de contrastes y escuchas, atendiendo a los unos y a los otros, porque escuchar es de sabios, y dar oportunidades también. Quien no las da y no haga excepciones, que se vaya, por él no lloraré, como sí lo hice por otros. Oidme, por el mero hecho de un mísero papel, arruinador de esas selvas donde los de su orden viajaban (véase “La Misión”). No queda más que decir.
Con ese sentimiento me voy a Grecia, tierra de sabios. A meditar, a disfrutar bajo un sol que alguien ha querido negarme pese a luchar por limpiarlo para que otros se pongan morenos. Un viaje del que traeré una respuesta. Y vosotros la sabréis.

miércoles, 11 de julio de 2007

Momentos inciertos

Momentos en los que es bueno esperar y no adelantarte a los acontecimientos. Ahí me encuentro. Una vez aprobado el proyecto de verano por quien manda en casa, sólo aguardaré una llamada, un gesto, un giño, un "¡eh tú, ven!". Algo que pueda cambiarme y la única razón además de otras inmencionables que me frustren lo pactado. Algo que mañana si puedo, haré, un aviso a navegantes de que “Teruel existe”, y de que el lunes puede resolverse una intriga. Una nota que pueda cambiarme y facilitar una entrada, una aprobación, o una confirmación de que no me quiere. Pues si así fuera, “quédese con su puesto, tío feo”, como canta en cierta ocasión un ídolo televisivo, Homer (todos sabemos quien, sin apellido). Algo de hacer, algo de preveer. Algo que tiene en su mano una persona, y que pese a referencias y comentarios, parece no desear, pudiendo ser ira de mis letras en futuras ocasiones. Entrar ahí, no quedarse a medio camino es más complicado de entender el amor de Catulo, (en tiempos de Julio César), aquel que escribió a Lesbia algo como “Dame mil besos, luego cien, después otros mil, luego cien más, luego mil, después cien; por fin, cuando hayamos sumado muchos miles, embrollaremos la cuenta para no saberla y para que ningún envidioso nos pueda echar mal de ojo cuando sepa que nos hemos dado tantos besos”. Un amor no correspondido. Lo doy todo. Pero… ¿Quiere que lo de?

sábado, 7 de julio de 2007

El mago Merlín

Era Merlín el Encantador el mago de los cuentos de Disney, el más mágico, el más poderoso. Eran tiempos atrás, cuando aún no había aparecido el genio. Salvador también llamaba así a su casa: “Villa Merlín”. Suya fue la parte baja y superior la de los míos, ambas del “Restaurante el Chicho” para la celebración familiar el día en que su Javi comulgaba... Andrés, el pequeño, ese día fue bautizado, y el mayor está ahora en los créditos de una exitosa serie de televisión. Toda la vida dándole a las letras, para allí, para aquí, luchando por lo que su madre tanto trabajó, y viéndose así reconocido y dedicando su premio de una silla entre los grandes, a ella. Letras y más letras que su mujer, siempre dulce y atenta a mis llamadas por sacar a su gigante “mediano” a tomar el aire y no “secásele el caletre” de tanto libro, recibía y atendía. Es esta familia un grupo compacto, atendiendo a la desdicha de mi amigo, que castigó al padre con las ciencias, pero que lo regaló no ha mucho una gran nota en su proyecto de carrera superior. Un padre que nos recogió varias veces de la fiesta, que atendió mis visitas y me dejaba asombrado más y más cada vez que pisaba su alfombra de salón de Villaobispo. Unas estanterías enfrente de un piano que bien me gustarían. Libros y documentos, archivos y apuntes almacenados en las paredes. Un retrato. Mucha letra en esa casa, y una tarde, una película con Puente y una frase "Y yo también"... abandonó las regueras de Villaobispo, subidas del Torío inclusive, ahora mudada a Carvajal de la Legua, aquella que jamás pisó el gato, sino la séptima. En clase de Literatura decía Celina Marote, “Don Salvador”, y todos reíamos, y bromeábamos con un mozo rojo de vergüenza, que no buscaba más que ocultarse en el libro y llegar pronto a casa, tratando de pasar desapercibido y cambiando temas para no seguir con cachondeos. Ahora no los hay. Sólo hay o debe de haber elogios. Alarcos lo tuvo de alumno, e incluso yo tuve que estudiar algo sobre ese hombre que llevaba viendo toda mi vida. Unas sintaxis que no encajaban en las llaves del colegio. Algo complejo que nunca llegué a entender, pero sí lo básico como para aprobarlo, y recordar, por ser quien era, una publicación en la Universidad de Oviedo del año 81. No recuerdo el título, no me preguntes, pero recuerdo la pajilla. Y si hace un año y medio no lo consiguió, ahora fue su oportunidad, además ocupando el sillón “S”, estaba predestinado: “Salvador”. Ahí tuvo sus ideas Marías, el vecino de Pérez Reverte, que lo hizo alusión en un texto, bendita coincidencia, que tuvimos que analizar en un sueño: Jesuitas. “No hace mucho tiempo decía mi vecino Marías…”
Atiende a serio, impone respeto, y su barba, ya presente en el vídeo casero del día feliz de la celebración de su Javier por ser más católico, (año 91) se asemeja a la de un sabio, a la de un grande de las letras, a la de esos que tienen un busto, a la de alguien que tendrá una calle. Lo sé Javi, lo sé.

miércoles, 4 de julio de 2007

Copenhague

Cabizbajo y tristón, cansado y feliz de haberlo conocido. Así volvía el otro día yo de Copenhague, que significa puerto comercial... De allí y de Sturup, el pueblecito que sirve de Aeropuerto de Malmö, ciudad al sur de la tierra de mi princesa. Si, cierto, como Barajas a Madrid, pero sin ser uno como el otro. Y la otra sin llegar a ser la primera hacia el trono, una segundona, pero “ella”. Coqueto el uno, si, guapo, limpio y nuevo, pero grandioso y desproporcionado y alterado de vaivenes y maletas el de aquí. Fuera este un viaje de placer, fuera de los vicios y órdenes de los que tengo a mi cuerpo sometido por las Españas, y parte de la Europa del Este, vieron mis ojos ésta vez una del norte. Un paraíso de rubias sin bote y limpio de contaminación. Unas calles y avenidas amplias, sin más farolas que unos faroles en el centro de la calle, colgados de unos cables que recorren unas casas con techos abuardillados, para una evacuación mejor de la nieve. Una capital, la danesa, fría, con Puerto nuevo, Zoo, un parque de atracciones, o mejor dicho, un parque con atracciones, el más antiguo de Europa, el Tívoli, fíjate, ¡qué ciudad! Los museos son baratos o casi gratuitos y te dan alternativas y gustos diferentes con el arte, tanto y tantas réplicas y copias, que hasta ponen juguetes de Hércules made in Disney en el medio de una exposición de vasijas y restos de mi querida Grecia, así que viendo eso, te permites el lujo de bromear con los "Burgueses de Calais", "El Pensador", momias y sarcófagos... Una ciudad donde las bicis circulan por sus carriles hasta en pleno centro, allí donde se almacenan en Norresport, alcanzando el Stroget, dicha con “o” de conjunto vacío, aceituna decíamos Jorge y el que escribe. Peatonalizados, vimos carritos de taxi como en China, pero ahora son daneses los que pedalean mientras los orientales gastan carretes. Un espectáculo ambulante causa el mayor alboroto visto en una semana: Un corro lo rodea. Todos aplauden. La gente mira asombrada “Oh, el circo en la calle”. ¡Cinco coronas y a correr, muerto de hambre!. Y es que vaya vida ésta del Norte, qué cara… sólo con ver que su moneda es la corona.... Mucha tecnología, mucha informática, gentes en los autobuses, trenes y metros, chateando con su portátil, una amplia vía de comunicaciones y redes de acceso a Internet o para llegar a la vej (calle). Una puntualidad más que inglesa y una exactitud en los medios de transporte que dejan a nuestra tierra al borde del caos (otro día os contaré mi retorno). Si que es verdad que esa gente madruga, tienen poca o escasa vida nocturna, y jamás vi un bar de tapas o un bar donde tomar un corto a medio día. Sólo tabernas y cervecerías. Olvídate si vas, de las tapas. Sólo “beer”. Alcohol con cuentagotas, supercaro, posibilidad de pagar con tarjeta hasta una simple Carlsberg. Buena fábrica, si, pero sin olvidar la Duff de los Simpson, ya sabéis, “Duff para mi, Duff para ti, cerveza Duff, te hará feliz” y fresca cerveza de su bar, tras la avenida de los elefantes donde se muestra el símbolo que los nazis hicieron como suyo. Pobre Carl. Mira que es mala suerte… Y buena idea fue poner su nombre y el de una colina, lugar de su primera fábrica como nombre a una cerveza… Y luego a otra la de su apellido, ale, ahí está la Jacobsen. ¡Un visionario! Como el cuentista de Andersen, otro danés ilustre que a buen seguro, no conoció Christiania, el barrio hippie, otro mundo, sin cámaras, una antigua zona militar que el ayuntamiento concede a éstos que no quieren ser como el resto. Un mundo aparte del que hablaría tiempo y tiempo, cabezas cortadas de sirenita y gracias como colgarla bufandas y ponerla camisetas, nada del otro mundo si vemos que la Cibeles sufre lo mismo… líneas y más, y del que a buen seguro, haré menciones esporádicas en mis comentarios, porque todo son anécdotas y vivencias, y es así como se aprende, el verdadero sentido de la vida. Un gustazo el haberlo conocido. Muchas gracias Jorge, y suerte con tu puente.