jueves, 24 de marzo de 2011

La fábula del toro

Felices estábamos los cazurrones porque el torito emblema de la banca del populacho y rural heredero de aquel Monte de Piedad y Caja de Ahorros se estaba más o menos quedando en León después de sufrir la riada de una caja burgalesa y un ataque de un pollo sin cabeza desde tierras pucelanas. Digo pollo porque pica de los alrededores para engordar su panza, y sin cabeza porque reclamaban una sede central para el Valle de Olid, ahí donde guardan el dinero en los cantos de la puerta o el doble fondo del colchón...

La unión entre Caja Duero y Caja España estaba hecha. Cerraron sucursales, se jubilaron unos pocos, se fueron otros tantos y al menos el toro se mantenía a flote, como el aceite, así que nunca consiguió una masa que lo hiciera caer al fondo, o coger peso y que no lo llevase la vida a la deriva.

Y en esa deriva estaba, cuando lo unido no era suficiente y ahora se las ve el toro impregnado en el aceite que os dije, boca arriba y esperando que el río lo lleve al desagüe nacional, (o el lugar donde cagaba el pollo): Madrid.

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