sábado, 27 de octubre de 2007

Los Príncipe de Asturias

Estas jugando en el ordenador. Es curioso, no dentro, sino con él. Un juego de esos de conquistas y de creación de ciudades, pero en su primera edición, donde los gráficos no son de píxeles cuadrados como puños, pero ya se sabe que casi todo lo anterior fue mejor... Además aprendes de historia. Los asirios te están atacando y no tienes, tú, persa por elección aleatoria del ordenador (tu rival) más que elefantes. Ya hiciste una intentona anterior (en tierras de los romanos) por conseguir oro, tan necesario para la creación de hoplitas y cuerpos de academia. Pero en el juego los romanos ya eran los romanos y te dieron lo tuyo por atacarles unas minas que defendían como las Médulas de León. A la voz de tu madre por ir a sentarte junto a ella un rato y ver una vez más Oviedo, pero ésta vez por la tele y sentirte bien porque conoces esas calles, esa avenida, esa estatua, grabas el momento del juego. Seguirás adelante. Ves la tele. Tratas de explicar a tu madre cosas de Grecia en referencia a la Reina y a unos supervivientes griegos del holocausto nazi. Españoles no había. Bastante teníamos para nosotros, y además, el nuevo Dictador era primo de ideología similar a la del alemán. Te gusta saber el recorrido del coche desde el hotel Reconquista, bajando por Uría hasta cerca del culo, donde se entregan los Premios. Buscas entre la multitud, buscando a algún curioso conocido o a un Buridán escapado del trabajo por un momento, que escribirá unas líneas, seguro. Sigues de cotilleo con tu madre. Que si vaya rollo del director, que si una charla de uno y otro. Se te está viniendo la tropa asiria encima… Miras la tele, pero ya sabes cómo defenderte del ataque. La pompa con que todo se viste en Oviedo este día te asombra, pero no mucho, porque ves en Oviedo una ciudad elegante, limpia y de buena gente. En cierto punto, en una de las muchas charlas de agradecimiento, decides que ya no aguantas más. No hay pipas, tu madre ha cambiado varias veces a otro canal como insinuándote que hay otras cosas interesantes para ella, así que bostezas dices el típico “bueno” y vas a sentarte en tu silla, delante de una pantalla, para ver cómo se aporrean unos elefantes y unos guerreros con lanza pretendiendo dominar el Mundo, sin saber si, que curioso, el que pudo pero no fue Presidente de Estados Unidos colgará el diploma de “los Principe de Asturias” (y me vale la raya roja en esa frase) en la pared de su salón.

1 comentario:

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

Pues no, Buridán seguramente no escribirá nada de los Premios, salvo que surja alguna buena idea de un momento a otro. Únicamente el del Concierto, que estaban los Príncipes.
De parte de Pili, genial (suscribo).
No solo no me escapé sino que estuve trabajando hasta las nueve.