lunes, 29 de marzo de 2010

Nada


No hace mucho desperté ahí arriba, sobre las nubes. Nada de puertas con escaleras ni luz al final del camino, aunque haya quien teme cerrar los ojos y morir por la noche porque no se da cuenta de su respiración mientras duerme.

Pues eso, que desperté ahí arriba. Unas cabezadas en el bus, otras pocas en el aeropuerto, y otras antes y después del espectáculo de las azafatas en el avión. Allí arriba, medio dormido, con un respaldo a pocos centímetros de mi pecho sentí un agobio por llegar. Quería moverme, levantarme. Quise llegar a la terminal en ese instante. Busqué estirar los brazos, ¿qué desea?, nada, solo estirarme. Fui hasta el baño, ese paseo por el corredor ante la mirada de ojos rojos, adormitados, y solo de uno o dos que se los dejaban con la luz del techo.

Al sentarme más agobio. Rodillas de mi vecino, de mi vecina, la ventana. Ah la ventana. Mi escape al infinito. Miré más allá del ala y aquella luz roja, busqué algo de vida, busqué alguna cosa, y sólo vi la nada. Adiós cuchillo sin hoja y mango. Adiós a Laforet. Adiós al nada sale de la nada...

La nada es aquello que hay después de nadie.

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