miércoles, 25 de agosto de 2010

De aquí y del otro lado

Saltó el amigo León de su sofá cuando escuchó lo de la liberación de los voluntarios secuestrados. Cada semana se había manifestado y pensaba que “bah, para nada”. Sabía que en la ciudad de su nombre también se manifestaban de manera similar, pero sólo cuando había maltrato y violencia de género. Se juntaban unos cuantos, algunas caras de políticos, foto, manifiesto, pancarta y para casa. Otro lazo más en el balcón del edificio de la Diputación, ese junto al de Botines, qué bonito... normal, era catalán, y de un tal Antonio… ay, suspiro...

En Barcelona había más gente, y últimamente se había escuchado que habría liberación. Pero no acababa de llegar. La Plaza del Rey, (ay su otro reino) se quedó en alguna ocasión pequeña y le vinieron muchos recuerdos y lluvias, chaquetas mojadas y gorros de esquimal, siempre vivido en estos nueve meses de angustia, de tristeza y pensamientos por querer saber dónde, por qué y qué pasaría. Faltó solamente esos días que había visitado León, invitado a gastos pagados por su amigo Antonio, tocayo del otro; amigo pudiente, amigo de sus amigos, de zona exquisita, romántica y ambiente cool, que lo pedía de venirse para siempre a orillas del Bernesga.

Más tarde vio la tele. Ahí salían en helicóptero, con sus mujeres; pronto llegarían al Prat, había que ir a recibirlos; y de paso volver a la tierra de su nombre, quizás ya se habrían iniciado las obras del tranvía, qué atropello de recuerdos, ay otro recuerdo más de Antonio… si; volver, volver y quedarse en la tierra patria del gobernante que lo daba libertad de ser, la tierra donde estaba su amor.

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