
No creo tampoco que haya pasado el Señor Middleton repartiendo puros, o Pippa, la hermana, dando detalles de escayola. No se habrá puesto la abuela una rosa del centro floral de la mesa sobre la oreja mientras se entona un "Asturias patria querida". No habrán tenido más borrachos que el Príncipe Henry, a falta de Ernesto de Hannover, o esos gritos de "viva la novia", "viva la abuela del novio" o "que se besen que se besen". Bueno, esto quizás sí.
45 minutos de retraso protocolario fueron los que estuvo el novio esperando a la novia. Tiempo suficiente para aburrirse y saltarse las normas para charlar con los amigos una vez llegó al altar. Hombre, el retraso era obligado, no había problema de tráfico para ella y se sabía cuando iba a llegar...
Tampoco llovía. Pobres Felipe y Leticia, el aguacero que los cayó en la suya. Yo aquel día estaba en otra, pero a los pies de la Laboral, en Cabueñes. Sin tanta pompa ni tanta flema inglesa. Tampoco había pamelas o cornamentas como la que llevaba una hija de la Ferguson, y al menos había más ambiente familiar que en la Abadía de Wensmister.
Viendo las imágenes de la boda y en este primer análisis sólo queda desear buena suerte a los recién casados y augurar un futuro más placentero (al menos eso parece según el tiempo de noviazgo y el casarse por amor) que el de buena parte de la familia real inglesa, que entre escándalos, bodas, separaciones y prensa rosa, más circense parecen los Windsor que los Aragón.
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