miércoles, 20 de febrero de 2008

Como un jubilado

Esta mañana al abrir el correo, me encontré con una de tantas listas de ofertas de trabajo que tienen de todo, pero ninguno para mí. Ésta venía de la prensa del Domingo, de un periódico local, que habitualmente la encargada en el Ayuntamiento recorta, escanea, y envía. Así se va parte de su mañana laboral, en su oficina destinada a la Bolsa de Empleo. Al final de la imagen, cada vez con registros más extraños, dejando al JPG, GIF o similares como anticuados, había una imagen que presento en la fachada de éste post.

Vale que yo soy de una ONG, Entreculturas, alguna vez lo dejé caer, y alguna vez hablé de ello. Venga que soy de otra de éstas, AEGEE, con lo cual ya vamos dos. Diferentes claro está, pero ambas ONG. El anuncio me trajo a la mente la cantidad de mayores que pasean por las calles, parándose en las obras, y comentando con el de al lado lo profundo de ese pozo, la cantidad de cemento en esa mezcla, o la altura de las grúas… Por recordar, me vino a la cabeza que algún amigo es voluntario de Cruz Roja. Y mi buen maestro Serafín me dijo no hace más de un año que se estaba pensando el unirse a éste grupo. Allá perdido en sus montañas de León, en esos picos que mira una y otra vez desde el colegio, y con la bici en la baca, pedaleando allá donde las cuestas se hacen duras y las vacas marcan su territorio, lejos del humo de la ciudad, que las queda a lo lejos, bajo aquella capa de polución (y eso que León no es nada).

Indagando, descubrí que la Cruz Roja se fundó en 1863, cuatro años más tarde de la batalla de Solferino, una de tantas en las que Italia se formó como tal, y esa en la que se arrearon Piamonteses, Franceses y Austriacos. Y digo esto porque un hombre de Ginebra, un tal Henry Dunant, gran negociador, hubo de viajar al Norte de Italia, cerca del lugar de la batalla, el mismo día de la misma, por discutir un proyecto de instalación de fábricas de harina en Argelia. Allí vio miles de heridos, a los que prestó ayuda con los habitantes de alrededor. Desde entonces, se preocupó por instaurar un organismo, una asociación neutral, que diese socorro a los heridos sin importar color, raza, o nacionalidad, y escogiendo la inversa de color de la bandera de su país, fundó el “Comité Internacional de la Cruz Roja”.

Años más tarde se instauró para los países islámicos la “Media Luna Roja”, usada por el imperio Otomano durante la guerra Ruso-Turca de 1877-1878, por liberar a los pueblos eslavos de dominio turco y encontrar los rusos una salida al Mar Mediterráneo, aunque no se aprobó hasta 1929. El “León y Sol Rojo” fue una propuesta de Persia utilizada de 1924 a 1980, cuando entonces fue derrocado el Sha Mohammad Reza Pahlevi y se instauró la República Islámica de Irán, desechando el emblema y adoptando la “Luna Roja”. En 2005 se incorporó el “Cristal Rojo”, con el cual, cualquier país que no utilice cualquiera de los tres emblemas oficiales, podrá utilizar el suyo propio incluyéndolo dentro del rombo, gozando de todo privilegio de neutralidad y colaboración internacional.

Curioso. Quizás, como un jubilado que me dicen, sin trabajo y sin clases de mañanas, no veo las obras, los camiones, las hormigoneras, los bocatas... pero sentado aquí, en la calle Miguel Hernández, como él, autodidacta, pero sin ovejas, aprendo y curioseo. ¡Qué cruz!

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