domingo, 26 de febrero de 2012

Mi Catedral. Su Catedral. O una nueva pérdida de lo nuestro


El día 1 de marzo tendremos que pagar por entrar a nuestra Catedral, o mejor dicho, a Su Catedral. Dejará de ser nuestra para ser de unos curas que bajo sus sotanas recogerán lo conseguido de los tickets para poder cuidarla y seguir cobrando subvenciones y obras sociales. Alegan que sin cobrar entrada no podrán mantener aquello en pie y perderán el derecho a recibir estas ayudas, que a su vez yo calculo y sumo a los diezmos, al cepillo y a las propinas de los pocos ricos que van quedando hoy en día y serán al fin y al cabo, más beneficios para los mismos.

Ciudadanos de a pie como tú, yo, mi padre, mi madre, tu vecina, el conocido y los colegas, dejaremos de entrar a nuestro templo. Ese que llevamos y defendemos allá donde vayamos. Ese templo que mostramos orgullosos a los amigos que vienen de fuera. Esas visitas a su frío interior contándoles las aventuras y desventuras del topo, de la Vírgen de los dados, de la torre inclinada por aquel terremoto portugués. Aquella otra en la que metes la cabeza en una tumba y pides un deseo sin darte un coscorrón. O allí al lado, a las puertas del museo en la que hablas de los colores que tenían las portadas góticas y que allí aún se conservan al tapiarlo para hacer el claustro.

Ya no pasearás mirando primero las vidrieras con motivos vegetales, luego los escudos y más arriba los reyes de tu querido León. Los rosetones quedarán sin ojos que los miren. Bueno, que los miren gratuitamente. Habrá quien pague y siga engordando las arcas de esta Iglesia que supo jugar en el pasado un papel recolector y levantar allí en Italia, a orillas del Tíber, un mausoleo que da vergüenza al mundo entero. Una pompa, una riqueza insultante para la humanidad. Predican que hay que dar ejemplo, donar y ser bondadoso en las ofrendas, pero son ellos los primeros que guardan sus reliquias a buen recaudo. Que no regalan, que sólo almacenan una y otra más en sus fortunas. Que las subasten y al menos otros ricos paguen por comprarlas pero que ese dinero caiga en manos de quien lo necesite de verdad. Nada. Las guardan en su Biblioteca y Museos Vaticanos y nosotros, pecadores a sus ojos, debemos mantenerlas… Mantenerles.

Se habla de que no hay recortes en la Iglesia. Se mantiene su cuadrado en la declaración de la renta… Estoy de acuerdo con la ayuda de órdenes religiosas, de su apoyo en comedores sociales. De su colaboración en lugares desfavorecidos… Pero por otra parte me pregunto… ¿por qué no adaptarse al mundo actual y dejar de vivir en tiempos pasados?

La Iglesia necesita una reforma. No sólo los trabajadores. Una reforma que la actualice. Que la adapte a mentalidades del siglo XXI. Quizás ahora que comentan que Ratzinger chochea, sea el momento de elegir a un Papa joven, que al menos no necesite un papa móvil o tacatá para moverse, y que intente adaptar la Iglesia católica al mundo actual. Será un camino difícil y sin duda conseguirá escribir su nombre en la historia por algo más que quien sucedió a Benedicto XVI. Pero quizás cambie el sentimiento de muchos católicos engañados, como yo.

Mientras tanto, disfruta de tu Catedral sin necesidad de ir a misa. El jueves dejará de ser tuya, para ser de ellos.


CMB / Savia nueva, Óscar Ronda Prieto. http://www.oscarrondaprieto.blogspot.com/


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