viernes, 15 de enero de 2010

La Calle Malamores

La Calle Malamores peca de ser calle, al ser tan breve. Callejón sin vados, nadie vive por ahora, y unas casas dan tapia a las aceras descorchadas que nunca vieron plan E.

Malamores tiene sol cuando pica en lo más alto, lejos de playa y lejos de nieves, en lo llano, en lo plano. Malamores es segura. Luz de noche con un flexo de contacto que parpadea jugando con los mosquitos. Moscas cagonas de día, curiosas de sangre seca. Cagadera la tapa de grajos y rapiñas.

La Calle Malamores tiene adoquín tieso, del de antaño, levantado y encharcado cuando refresca y cae la hoja prima. Luego polen en la orilla. Piedras duras, de canto fino y roce histórico. Carretas cuando vivieron los que hicieron tapia en aquella tierra, y dejaron sin siembra a lo que siempre fue parte de una era. Adiós presa.

Malamores trae su nombre de la fatiga de un don Juan, que dio al traste con su doncella- moza que dicen las vecinas- al besar impuramente en la cruceta a otra joven de las afueras y verlo la primera. “Malamores fue aquel chico, y aquel beso un mal amor, porque iba del brazo de otra, cuando aquella lo zanjó. Más tarde, arrepentida, murió de mal amor, pues un chico pretendía lo que otro desechó, y al no ser correspondido, con una daga la mató”.

"Que es la calle de una viuda, que es la calle de Dolores…" cantaron así las mozas, la historia de Malamores…

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