jueves, 19 de enero de 2012

Un juicio "a la española"


Hoy fui a un juicio. Iba algo nervioso, ya sabes, el jurado, la prensa, el fiscal, los policías… Pues nada de nada. ¡Ay qué desilusión, macho! Toda mi vida viendo juicios por la tele, en películas, incluso el Veredicto de Ana Rosa Quintana, ¡y ni parecido, vaya! Te cuento:

Yo llegué allí y no estaban los típicos periodistas con el cuadernillo enganchado en el sombrero. Tampoco había cámaras, ni nadie daba la última hora en algún canal de la tele. Nadie gritaba por hacer alguna pregunta y la abogada no tuvo que apartar a la gente, sino que esperaba allí en el hall, fuera del frío leonés. Al entrar hubo que serpentear con una puerta y el escáner. Que pita, que si las llaves, que si el reloj, móvil, cartera… Lo nunca visto.

Nada de subir por unas escaleras anchas, antiguas, como palaciegas hasta llegar a un segundo piso con alfombras. Nada de eso, sino ascensor y repasar los últimos detalles. Algo de nervios y paseo hasta la puerta de la sala. Aquí nuevo desencanto. No había policías llamando a la entrada, sino una chica con un papel arrugado… Dentro no había gente. La sala era reducida, la madera te entraba por los ojos y como un modosito tuve que sentarme allí a la izquierda sin moverme, sin cruzar los brazos, sin meter las manos en los bolsos, derecho, sin que me tragase el banco. Allí estaba el abogado de la otra parte, metido en una toga que no es propia, sino que se prestan y se lavan pocas veces al año. ¡Qué olor! Mucho orden y elegancia y luego… ¡ay estos abogados…! El juez estaba un escalón más arriba. Me esperaba un atril más alto, con un martillo gigante y que los testigos fuesen a su lado y jurasen con la mano sobre la Biblia o un libro gordo que trajese un policía. Nada. El testigo quedó en el medio de la sala, en un pequeño corralito con micrófono y respondía a las incesantes preguntas del juez. Zis zas, sin que ningún abogado caminase por la sala, sin que mi abogada se apoyase en el estrado. Sin que hubiese tumulto en la sala ante alguna respuesta controvertida, sin señalar a nadie con el dedo diciendo culpable… Allí no había nadie.

Faltaba una señorita con falda escribiendo en una especie de máquina de escribir todo lo que se decía. También faltaba el dibujante, esa figura que en vez de fotos y en estos tiempos, sigue pintando escenas del juicio; así que guardaré todo aquello en la memoria y os lo cuento para explicaros el cuadro antes de olvidar algún detalle. Tampoco había jurado. Esas dos filas de populacho, que se van a medio juicio y vuelven con un veredicto no estaban.

El juicio fue rápido, no duró más de quince minutos, el testigo fue visto y no visto. La palabrería entre abogados y juez parecía una carrera de decir rápido “si”, “no”, “si”, “vale”, “de acuerdo”, “visto para sentencia”. La suerte estaba echada.

Fuente: Mi espacio de opinión semanal "Savia nueva" en el digital cronicasdemibarrio.com http://www.cronicasdemibarrio.com/categorias/cronics/savia-nueva/

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